Gárgolas

Tengo una pequeña gárgola sentada en mi escritorio.
Venida desde Notre Dame, está ahí todo el día y toda la noche sin chistar, manteniendo su actitud contemplativa: cara sostenida por sus manos, alas quietas y cuernos des-aguzados.
Entre más comparto su compañía (después de todo pasamos horas juntas: yo frente al monitor y ella a un lado) más difícil me resulta escapar al gesto de su rostro, esa mueca entre burlona y hastiada que tiene, con los ojos cansados y la lengua apenas de fuera.
¿Será ese el gesto que tarde o temprano dejarán ver las gárgolas? ¿Empezaran con gestos terroríficos, dispuestas a asustar a los malos espíritus para gradualmente llegar a eso?¿Será que han visto tanto, allá arriba, que ya nada las asombra?
Hay noches en las que llego a creer que yo también soy una gárgola y veo ese mismo hastío suyo en mi reflejo.
Noche tras noche miro con atención a mi pequeña observadora...creo que su lengua ha ido alargándose gradualmente...
¿Llegará el día en que la encuentre en pleno gesto de bostezo?

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