"El tiempo vuela como vuelan los papeles olvidados
y no para ni a beber pa' reponer"
y no para ni a beber pa' reponer"
El tiempo vuela, corre, se escurre, se escapa, se acaba... se cicla...
Abrir los ojos despacito cada mañana, un poquito antes que el despertador y esperar a que suene para levantarme; no sin antes luchar con las sábanas, que enredadas en mis piernas y en mi espalda, me recuerdan lo grande que es mi cama por las noches cuando solamente estoy yo para llenarla.
Abrir los ojos despacito cada mañana y aprovechar ese primer instante para no pensar en nada, que luego ya se empieza a sentir como el tiempo comienza a acelarar su marcha:
uno tras otro los minutos se escurren del reloj para cada vez más rápidamente convertirese en horas igualmente escurridizas.
Y cuando menos pienso ya se ha ido la mañana, conmigo sentada trabajando a un ritmo que no alcanza al tiempo.
Lo siento deslizarse por mi espalda va reptando cada vez más y más rápido lejos de mis manos que no tiene nada de que asirse.
Una sucesión de minutos y horas que se encadenan a las otras, y me pesan con ese peso de 24 horas que no le alcanzan ni a mi cuerpo, ni a mis manos ni a mi mente para hacer todo lo que debería.
Se me va el tiempo cada vez más rápido, se me escapa en un ciclo de vértigo que no encuentro como parar, como controlar, como medir... Ya no hay nada que amortigue su carrera loca.
Y sin embargo en este transcurrir del tiempo encuentro alivio, me ensordece, me enmudece a lo de adentro, el tiempo me lleva, me empuja y me empuja y me empuja y yo pienso dejarlo llevarme...
Y ya es de nuevo de noche, se me acaba otro día más que se me fue en lo mismo.
Abrir los ojos despacito cada mañana, un poquito antes que el despertador y esperar a que suene para levantarme; no sin antes luchar con las sábanas, que enredadas en mis piernas y en mi espalda, me recuerdan lo grande que es mi cama por las noches cuando solamente estoy yo para llenarla.
Abrir los ojos despacito cada mañana y aprovechar ese primer instante para no pensar en nada, que luego ya se empieza a sentir como el tiempo comienza a acelarar su marcha:
uno tras otro los minutos se escurren del reloj para cada vez más rápidamente convertirese en horas igualmente escurridizas.
Y cuando menos pienso ya se ha ido la mañana, conmigo sentada trabajando a un ritmo que no alcanza al tiempo.
Lo siento deslizarse por mi espalda va reptando cada vez más y más rápido lejos de mis manos que no tiene nada de que asirse.
Una sucesión de minutos y horas que se encadenan a las otras, y me pesan con ese peso de 24 horas que no le alcanzan ni a mi cuerpo, ni a mis manos ni a mi mente para hacer todo lo que debería.
Se me va el tiempo cada vez más rápido, se me escapa en un ciclo de vértigo que no encuentro como parar, como controlar, como medir... Ya no hay nada que amortigue su carrera loca.
Y sin embargo en este transcurrir del tiempo encuentro alivio, me ensordece, me enmudece a lo de adentro, el tiempo me lleva, me empuja y me empuja y me empuja y yo pienso dejarlo llevarme...
Y ya es de nuevo de noche, se me acaba otro día más que se me fue en lo mismo.
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