Bajar paso a paso por la escalera interna, espiral interminable, un, dos, tres, cuatro, cinco y mil peldaños. Bajar y bajar hasta el fondo más recóndito, seis, siete, ocho, nueve, diez y mil peldaños más. Contando siempre para no pensar en el final.
Descender, acompañada de los ecos de mis pasos, hasta la parte más oculta, dónde titila temblorosa una pequeña llama casi extinta por el viento de la voz de mi razón. Voz que grita con su ulular inquieto, cada vez más alto, atronadoramente, las palabras que han tratado de extinguir a la flama raquítica, que hunde sus raíces como mala hierba en mis simientos, negándose a morir.
Bajar y bajar ya sin contar más los pasos en carrera loca hasta el fondo, con la voz viento como guía, hasta llegar al final de la escalera y encontrar la flama isurrecta con su resplandor que, aún en su últimos momentos, se niega a ceder al viento.
Acercarse despacito a la flama y en cunclillas frente a ella susurrar el conjuro que ha de extinguirla para siempre. Y después con el pelo enmarañado por el viento escarbar en los simientos hasta sacar una a una las raíces de la flama. Arrancarlas sin tomar un momento para clasificarlas, enumerarlas, recordar su nacimiento, y verlas deshacerse cual ceniza entre los dedos.
Y después, en medio de la oscuridad, buscar a tientas la escalera que ha de alejarme de la zona de tragedia y asi, guiada por la voz viento que no calla, ascender por la escalera que no cesa.
Un, dos, tres, cuatro, cinco y mil peldaños. Subir y subir sin ver hacia atrás, seis, siete, ocho, nueve, diez y mil peldaños más. Contando los peldaños siempre para no pensar.

Comments

Korkuss said…
Espero que todo vaya mejor...

Muchos besos

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