Este era una gato con los pies de trapo...

Quiero contarles el cuento de una princesa que... bueno, no era princesa, más bien era niña buena... bueno tampoco era buena buena, pero niña si... bueno no niña niña, era jovencita, pero niña suena más bonito.

Esta princesa, niña no tan niña ni tan buena, se encontró un día con un príncipe que no era príncipe, más bien era niño malo. No era niño malo como en Hollywood, de esos que se hacen los duros pero por dentro tienen un corazoncito de oro. No, este niño malo era malo. No malo como villano de Disney en su guarida y con su risa malvada, sino malo como solamente un niño puede ser malo: egoísta, rencoroso, impulsivo y envidioso. Pero eso si, el niño malo tenía encanto y encantó a la niña que más que buena era ingenua.

El cuento es un clásico: la niña buena que se enamora del niño malo y al final el niño malo resulta bueno y los dos viven felices para siempre. Pero en este cuento el niño malo salió malo de verdad y no vivieron felices para siempre. El niño malo por x o y motivo (la verdad es completamente desconocida y conjeturar resulta inútil) lastimó a la niña, mucho. La engañó con conocidas y desconocidas por igual y por muchos años, convenció a sus amigos de que era mala y por último, y muchísimo peor, la humillación llegó a tal grado que la niña se convenció de que no era buena ni ingenua ni niña sino juguete roto. Deshechable y sin valor. Aprendió a sentir vergüenza de y por sí misma. Se volvió cobarde.

El niño siguió con su vida y la niña se quedó como la muñeca fea, escondida por los rincones, cada vez más convencida de que no valía la pena como ser humano si alguien era capaz de hacerla pasar por tanto dolor tan campantemente.

Y así la princesa que ya no era niña, la niña que ya no era niña sino cáscara vacía siguió, como pudo por la vida. Se le vació el corazón y después de un tiempo dejó incluso de odiar al niño malo.
Se fue lejos (no mucho pero algo), conoció gente nueva, niños nuevos y vivió como drama queen por un tiempo porque, como estaba convencida que no valía la pena como para que la quisieran, se dedicó a buscarse niños malos y no hombres buenos.

Los niños emocionalmente inválidos no son buenas influencias y la niña se la pasó viviendo en drama muchos años, extrañando a la niña ingenua de su juventud, hasta que un día la niña se dió cuenta que no era niña sino mujer y que hacía 10 años que la niña de 17 había decidido darle todo a aquel lejano niño malo.

La mujer, que ya no era niña ni ingenua ni buena, que ya no era princesa, se vió en el espejo y se dijo "enough is enough" y empezó a reconstruirse sin tratar de asustarse por las piezas faltantes.
En eso estaba la mujer-niña cuando (re) conoció a un hombre bueno... ese hombre bueno había sido el niño bueno al que dejó por el niño malo. Y la mujer niña se disculpó con el hombre bueno y él, como era natural, sonrió y le dijo que no había problema.

Y así la mujer niña y el hombre bueno se volvieron amigos y con el tiempo, como en todos los cuentos de hadas o en las películas de Hollywood no tan melosas, se enamoraron y decidieron casarse.

Pero aqui no acaba la historia de la mujer niña: Muchos años después la mujer niña seguía teniéndole miedo al ridículo. Superó el dolor y la humillación pero eso no.

La mujer niña soñaba y soñaba mucho que el hombre bueno la engañaba. La mujer niña sentía vergüenza de hacer cosas que la pusieran en rídiculo frente a los demás. La mujer niña primero no quería reconocer que estaba enamorada. ¡pobre hombre bueno! aguantó a la mujer niña y a sus tonterías y a sus ganas de no hacer nada que la volviera objeto de burla con los amigos, los conocidos y los desconocidos. Cosas tan simples como ir a bailar (el hombre bueno es bueno pero no buen bailarín) o jugar paintball (la mujer niña no sabe disparar y que no le den).

Y muchos años después, una noche de viaje en carretera la mujer niña habló y habló. Se quedó ronca de tanto hablar y su pobre madre sorda de tanto escuchar. Y la mujer niña se dió cuenta que seguía teniéndole miedo al ridículo y que de toda la gente a la que había perdonado y/u olvidado le había faltado la más importante: ella.

Ella toda ella: la princesa, la niña buena, la ingenua, la que cerró los ojos para no ver, la que se dejó pisotear, la drama queen y la mujer.

Y la mujer sonrió en vez de llorar "Me perdono" se dijo y decidió que era hora de dejar de añorar a la de 17 y aceptar completamente a la de 28. Con lonjas, canas y todo.

Y tuvo ganas de llorar un llanto de alivio pero no supo como se llora eso, así que mejor decidió sentarse a contar un cuento y esperar que sea la noche adecuada para quemar su pasado y dejar que se lo lleve el viento. Y pensar en la sonrisa de su hombre bueno y saber que no es el fin del mundo que él no sepa bailar ni que ella no sepa andar en bicicleta ni esquivar balitas de pintura.

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