Si hay algo que absolutamente aborrezco del embarazo es la retención de líquidos. Puedo vivir con la estreñida, el acaloramiento constante, el sueño ninja, el estómago al que no le cabe nada, la caminada de pato, los gases sorpresa, las incipientes estrías, las ganas urgentes y constantes de hacer pipí para luego hacer mini chorritos ridículos, tener que dormir de lado a fuerza (porque boca arriba te ahogas y boca abajo es un imposible desde hace 3 meses), los comentarios de que grande la panza o que gorda yo; incluso puedo (más o menos) tolerar las sobadas de panza que, sin permiso ni advertencia, invaden mi espacio personal por parte de personas que no son ni siquiera familia para andarse con esas confianzas; pero la retención de líquidos que me cargo desde hace rato NO la soporto. La odio, machín, macizo, desde el fondo de mi corazón. Si estoy parada mucho rato; zaz! me aprietan los zapatos y luego me duele caminar. Si estoy sentada mucho rato igua...