Tengo 36 años

Y si me muero mañana será como si no hubiera pasado nada.
Le dejaría al mundo dos hijos pequeños, que en poco tiempo me olvidarían. Un viudo que me lloraría y que, más temprano que tarde (así pasa con la gente buena), encontraría amor en otra.

Tengo 36 años y los he vivido sin pena ni gloria. Si me muero mañana no quedaría más prueba de mi existencia que el llanto de los míos. Un llanto que no sería visible, porque acostumbramos guardar el dolor adentro. Y adentro está el silencio, y con el silencio se acelera el olvido.

Tengo 36 años y hace casi 20 que soñé con ser. Ser, con la soberbia propia de la juventud (esa que me hacía acariciar sueños de trascendencia):
Ser, tal vez, una escritora... Pero no tenía el talento ni el descaro.  O ya de plano una crítica reconocida, pero no tenía ni la inteligencia ni la disciplina. Entonces, ser, a lo mejor, la musa de alguien más y trascender en su mirada, pero no tenía la paciencia para guardar silencio ante la genialidad, ni el espíritu impetuoso y misterioso que animara la pasión artística. De hecho puedo decir que de los escritores con quiénes he cruzado camino, solamente me queda:
La anécdota de un par de cahuamas recibidas (¿en vez de flores?) de unas manos que después escalarían la barda de mi casa en un escape que a la fecha no comprendo.
Haberle dado alguna clase a otro.
La amistad lejana (pero cercana a la vez) con otra.
No me quejo, aclaro, después de todo yo sé bien que no tengo materia de musa.  Es solo que hace casi 20 años me negaba a creer la verdad. Y esa es que podría morirme mañana y no pasaría nada.

Tengo 36 años y mi vida es adecuada.
Tengo familia, casa y trabajo. He viajado, he reído, he llorado. ¿Me atrevo a decirlo? He vivido bien y mi vida es normal:
Amo a un hombre simple, como la tierra fuerte, honda y fresca en la que creí hundir mis raíces para crecer alta y fuerte como un roble (no, como una secoya--así era mi delirio), libre de los otros hombres que fueron como el liquen que asfixia a los árboles jóvenes. Hace 12 años me pensé árbol, pero tengo 36 y me descubro piedra.
Arropada por la tierra, pero piedra al fin. Gris, inmóvil, inerte y silenciosa

Tengo 36 años y desde hace 15 años soy maestra. He convivido con tantos y tantas y aún así, estoy segura que no les he dejado nada. Conocimiento tal vez, si he hecho bien mi trabajo, pero creo que como maestra me pasa como de musa: soy inadecuada.

Si muero mañana, de mí no quedará nada.
De mis ansias, mis ideas, mis miedos, mis amores, mis risas y mis llantos: Nada.

Y escribo esto aquí, porque tengo 36 años y no he hecho nada. Pero es mejor dejar de esto constancia, porque si lo (me) guardo adentro, lo haré en silencio, y con el silencio llegará mi olvidó. Y si me olvido me convertiré en nada.



Comments

Popular posts from this blog

Movie-star sadness

De guapos y futbol